Redes sociales: adicción y espectáculo

Redacción de Abdel Fuentes

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Niños, jóvenes y adultos son prisioneros de la tecnología. Lo primero que hacen después de levantar la cabeza de la almohada, es mirar su móvil, la tableta, o el computador. Sin lugar a dudas son  adictos a la tecnología.  Internet y las redes sociales han logrado superar al cine, la  televisión y los medios tradicionales.

 

Videos y textos llamativos atraen la atención de cualquiera. Pueden ser escenas de sangre, muerte, sexo, o cualquier asunto que incite a la curiosidad o el morbo.   

 

Las redes suponen promover amistad, aunque muchas veces solo logran distanciarnos. Algunos comunicólogos las definen como espacios de interacción y no redes sociales.  Para el periodista Pascual Serrano se trata de aisladores en lugar de elementos de socialización.  

 

Familiares y amigos prefieren comunicarse por Internet. La tecnología ha reemplazado la convivencia y el calor humano.  Las comidas han dejado de ser un escenario social y entretenido. Cada quien solo come, no comparte. Ese privilegio se lo llevan las redes o aquel que está al otro lado del teléfono. 

 

 


Es cierto que Internet ha permitido darle voz a la gente. Antes solo estaba en poder de los medios. Pero también ha generado desorden y excesos. En las redes sociales cualquiera escribe sin importar el daño que pueda causar. La irresponsabilidad ya no solo es asunto de la mala prensa.  Hay quienes  mienten y afectan la imagen y honorabilidad de otros sin recibir ningún castigo.   

 

Muchos usuarios exhiben sus asuntos y hasta su cuerpo, tal espectáculo. Renuncian a su privacidadsin pensar en las consecuencias. Cualquier desconocido entra a su vida. Es como dejar la puerta abierta de su casa, revelar la dirección, obsequiar sus fotografías, compartir momentos íntimos, preferencias de consumo, ideas religiosas, políticas y hasta el destino de sus vacaciones.

 

Hay quienes incluso permiten que una plataforma pueda localizar su ubicación e invadir su privacidad.Empresas de tecnología y telecomunicaciones habilitan y venden herramientas que permiten espiar a las personas; saber hacia dónde se movilizan y  mirar lo que escriben y leen.     

 

La película: “Un juego sin reglas: Nerve”, alerta sobre algunos de los peligros y adicciones que generan algunas de estas redes en nuestros chicos.  El drama muestra la influencia que logra ejercer en una inmensidad de jóvenes. La red  invita a los usuarios a participar de un macabro y peligroso juego. Una vez el visitante acepta, debe estar dispuesto a cumplir los retos que le son enviados.   

 

Cada reto superado le hace merecedor de una jugosa suma de dinero, según lo ofrecido. La plataforma tiene toda la información del jugador; identidad, cuentas bancarias, dirección y referencias de su vida y familia.El juego establece reglas peligrosas, como acatar un código de silencio. Violarlo puede llevarle a la muerte.

 

 


La película muestra algunas realidades de las redes. Los chicos suelen participar por moda o para no ser excluidos. La vanidad, superficialidad, envidia y rivalidad forman parte de la conducta de los usuarios.  Al final de la película una minoría de jóvenes reacciona y evita el asesinato de la chica que ingresó al juego presionada por su amiga.  

 

En el mundo real, influenciado por el virtual, los padres desconocen lo que ocurre en Internet con sus hijos; ¿Qué hacen? ¿Qué influencia reciben? ¿Qué conducta aprenden? y ¿A qué peligros se exponen?

 

¿Qué responsabilidad le exigimos a estas poderosas y millonarias empresas disfrazadas de redes sociales? ¿Por qué no existen leyes que las regulen, particularmente cuando la vida de las personas está en riesgo?

 

El caso publicado por Ricardo Roa, en el Clarín de Argentina revela el asesinato  de una niña de 12 años, por un usuario de 26 que utilizaba una identidad falsa, como hacen muchos en estas redes. 

 Durante la investigación, Facebook, el fascinante dios de muchos, no aportó información sobre el depredador cibernético, ni cooperó con la Fiscalía. Es un claro ejemplo de la benevolencia de los gobiernos y países con estas empresas.

 

En Italia hace poco una joven de 19 años, no soportó el acoso cibernético en las redes y medios de comunicación. Transcurrido un año de burla y mofa decidió acabar con su vida.  

 

 


Después de su muerte algunas personas han continuado escribiendo estupideces y groserías. Lo peor es que hay medios, al parecer con miras a sumar visitas, que contribuyen con estos retorcidos, publicando sus perversos comentarios, como es el caso del diario Universal de México, en su versión digital. Un evidente ejemplo de periodismo irresponsable y nada ético.

 

La privacidad ya no solo es un tema de espionaje, tradicionalmente usado por los aparatos de inteligencia de Gobiernos y dictadores. Y la adicción tampoco es un asunto de drogas o vicios. Todos estamos obligados a educarnos y a proceder con cautela cuando navegamos por Internet.

 

 

 

El autor es periodista y docente universitario